Lugares que visitar en Santander
Por NuzNut Santander
Santander no es solo mar y playas; es una ciudad llena de rincones con historia, cultura y naturaleza que esperan ser descubiertos. Después de años viviendo aquí, puedo decir que cada paseo me sigue sorprendiendo. Hay calles que he recorrido cientos de veces y todavía encuentro detalles nuevos.
Desde NuzNut Santander queremos compartirte esos lugares que realmente valen la pena, no los que aparecen en todas las guías turísticas, sino los que los santanderinos visitamos cuando queremos desconectar o enseñar la ciudad a alguien especial. Aquí no solo se trata de ver, sino de sentir Santander como lo hacemos nosotros.
Centro de Arte Faro Cabo Mayor
El faro de Cabo Mayor siempre me ha parecido un lugar con personalidad propia. Está ahí desde 1839, aguantando temporales y guiando barcos, pero ahora también acoge exposiciones de arte que no esperarías encontrar en un sitio tan apartado.
Lo bueno es que mientras miras las obras puedes asomarte a los acantilados y sentir esa brisa que te despeja la cabeza de inmediato. He venido aquí después de días especialmente estresantes y siempre funciona. Los artistas locales exponen bastante, y sus obras suelen estar muy conectadas con el mar – supongo que es inevitable cuando trabajas con estas vistas.
Desde NuzNut Santander recomendamos combinar la visita con un paseo por los senderos cercanos. Son caminos que conocen pocos turistas, pero que utilizamos mucho los del barrio para hacer ejercicio mientras disfrutamos del paisaje.
Mirador de Cabo Menor
Hay miradores y hay miradores, pero este de Cabo Menor tiene algo especial. Desde aquí se ve toda la bahía de una manera que no puedes apreciar desde ningún otro punto. He traído aquí a amigos de fuera y siempre se quedan callados unos minutos, simplemente mirando.
Por las mañanas temprano, cuando todavía no hay casi gente, es cuando mejor se está. El aire está limpio, se oye solo el mar de fondo, y tienes esa sensación de tener Santander para ti solo. Los fotógrafos vienen mucho – y con razón, porque los colores cambian constantemente según la hora y la estación.
Un consejo: si vienes al amanecer, tráete algo de abrigo. El viento aquí arriba puede ser traicionero, aunque sea verano.
Parque de Mataleñas
Mataleñas es uno de esos sitios donde naturaleza y mar se juntan sin que parezca forzado. Los senderos no están muy señalizados, pero eso le da un toque más auténtico – es como descubrir rincones por tu cuenta.
Vengo a correr aquí cuando quiero algo más exigente que el paseo marítimo. Hay subidas que te dejan sin aire, pero cuando llegas arriba y ves el Cantábrico extendiéndose hasta el horizonte, entiendes por qué merece la pena el esfuerzo. Las familias también vienen mucho los fines de semana – hay pozas naturales donde los niños pueden explorar mientras los padres descansan.
La vegetación cambia mucho según la época del año. En primavera está todo verde y florido, en verano más seco pero igual de bonito, y en otoño tiene unos colores que no ves en el centro de la ciudad.
Parque de Las Llamas
Cuando construyeron Las Llamas hubo mucha expectación. Era un proyecto ambicioso en una zona que antes estaba un poco abandonada. Ahora es el sitio donde van las familias santanderinas cuando quieren pasar el día al aire libre sin salir de la ciudad.
Los fines de semana se llena de gente haciendo picnic, niños jugando en las áreas infantiles, gente corriendo por los senderos… Tiene esos lagos artificiales que quedan muy bien en las fotos, pero también zonas más tranquilas donde puedes sentarte a leer o simplemente descansar.
Si vienes en bici, hay carriles que conectan con otras partes de la ciudad. Es una manera genial de moverte por Santander evitando el tráfico del centro. Los locales llevamos aquí a los niños cuando empiezan a andar en bici – es seguro y tienen espacio para practicar.
Jardines de Piquío
Los Jardines de Piquío están justo entre las dos playas del Sardinero, en una ubicación que no podría ser mejor. Son jardines de los de antes, con esos caminos cuidados y bancos colocados estratégicamente para descansar mientras miras el mar.
Al atardecer es cuando están más bonitos. La luz se vuelve dorada y todo cobra un aspecto diferente. He visto muchas proposiciones de matrimonio aquí – supongo que el ambiente romántico ayuda. Los jardines están muy cuidados, con flores que cambian según la temporada, y siempre huele bien por la mezcla de plantas y brisa marina.
Un truco que he aprendido: si buscas un sitio tranquilo para leer o simplemente pensar, hay bancos más apartados donde puedes estar tranquilo aunque haya mucha gente en las playas de al lado.
Catedral de Santander
La Catedral es mucho más interesante de lo que parece desde fuera. La parte de arriba está bien, pero lo que realmente impresiona es bajar a la cripta y ver esos restos romanos y medievales que llevan ahí siglos.
He subido a la torre varias veces y siempre descubro algo nuevo en el paisaje urbano. Desde ahí arriba entiendes cómo está distribuida la ciudad, cómo los barrios se adaptan a la topografía, cómo el centro histórico se conecta con la bahía. Es como ver Santander desde la perspectiva de un pájaro.
Durante las fiestas de julio el ambiente cambia completamente. Los santanderinos vienen en procesión y la plaza se llena de gente. Es bonito ver cómo se mantienen vivas estas tradiciones que conectan generaciones.
Ayuntamiento de Santander
El Ayuntamiento no es solo un edificio administrativo – está en el corazón de todo lo que pasa en el centro. La Plaza Porticada siempre tiene movimiento: comerciantes montando sus puestos, gente tomando café en las terrazas, turistas haciéndose fotos con la arquitectura de fondo.
Me gusta observar el ir y venir desde alguna terraza cercana. Es como un termómetro de cómo está la ciudad: si hay mucho ambiente, si la gente parece relajada o con prisa, qué tipo de eventos están organizando. Los fines de semana suele haber mercadillos o actuaciones que le dan vida extra a la zona.
La arquitectura es elegante sin ser pretenciosa. Encaja bien con el estilo del centro histórico, que consiguió mantener cierta armonía después de la reconstrucción post-incendio.
Funicular del Río de la Pila
El funicular es uno de esos elementos únicos que tiene Santander y que la gente no espera encontrar. Es cortito, pero te evita una subida considerable si vienes caminando desde el centro.
Las vistas durante el trayecto son curiosas – ves la ciudad desde un ángulo diferente, más íntimo que desde los miradores altos. Puedes observar los patios de las casas, los jardines privados, cómo vive la gente en los barrios que están en cuesta.
Es muy práctico si quieres explorar la zona alta sin llegar agotado. Desde arriba puedes empezar a bajar caminando por diferentes rutas, descubriendo calles que no aparecen en los mapas turísticos pero que tienen mucho encanto.
Plaza Porticada
La Plaza Porticada es el sitio donde quedan los santanderinos. «Nos vemos en Porticada» es una frase que escuchas constantemente. Después del gran incendio de 1941 la reconstruyeron, pero mantuvo ese espíritu de centro comercial y social que siempre tuvo.
Los soportales son perfectos cuando llueve – que aquí no es algo raro. Puedes recorrer las tiendas, parar en algún café tradicional, comprar productos locales sin mojarte. Los comercios son una mezcla entre lo tradicional y lo moderno, pero conservan ese toque personal que se está perdiendo en otros sitios.
Los días de mercadillo la plaza se transforma completamente. Aparecen puestos de productos locales, artesanía, libros de segunda mano… Es cuando mejor se ve el carácter comercial que siempre ha tenido este espacio.
Grúa de Piedra
La Grúa de Piedra está ahí desde hace décadas, como un testigo silencioso de toda la actividad portuaria que ha visto pasar Santander. Antes era una herramienta de trabajo fundamental; ahora es más bien un símbolo, pero sigue siendo fotogénica.
Desde ahí se ve perfectamente el movimiento del puerto: barcos pesqueros que llegan con la captura del día, yates deportivos, ferries que van y vienen. Es un buen sitio para entender que Santander sigue siendo, ante todo, una ciudad de mar.
Me gusta pasear por esa zona cuando necesito aires marinos pero no quiero irme a las playas. Tiene un ambiente diferente, más industrial pero con historia. Los olores del puerto, el sonido de las gaviotas, el murmullo constante de la actividad marítima…
Paseo Marítimo de Santander
El paseo marítimo es la columna vertebral de Santander para los que nos gusta caminar. Conecta desde el puerto hasta las playas más alejadas, y puedes adaptarlo a lo que te apetezca hacer cada día.
Por las mañanas temprano lo uso para correr – está bien asfaltado, tiene carriles separados para peatones y ciclistas, y las vistas te distraen del cansancio. Por las tardes es más relajado: familias paseando, gente mayor tomando el sol en los bancos, turistas haciéndose fotos.
Cada tramo tiene su personalidad. La parte del puerto es más urbana y movida, la zona de las playas más turística y animada, y según te alejas del centro se vuelve más tranquilo y natural. Puedes hacer el recorrido completo o quedarte en la zona que más te guste.
Los Raqueros
La estatua de Los Raqueros cuenta una historia muy santanderina: niños que se tiraban al agua para recoger monedas que les echaban desde los barcos. Era otra época, cuando la vida era más dura pero también más ingeniosa.
Está situada en un sitio estratégico del puerto donde puedes observar toda la actividad marítima. A mí me gusta venir aquí cuando quiero reflexionar un poco o simplemente ver pasar el tiempo. Hay algo hipnótico en observar el ir y venir de barcos, el trabajo de los pescadores, la vida del puerto que continúa como hace décadas.
Es uno de esos rincones donde sientes la conexión histórica de Santander con el mar. No es solo decorativo – te recuerda que esta ciudad siempre ha vivido del océano de diferentes maneras.
Campos de Sport de El Sardinero
El estadio del Racing de Santander es mucho más que un campo de fútbol para los santanderinos. Es como el corazón emocional de la ciudad, especialmente los días de partido cuando todo el barrio se transforma.
He ido a ver partidos desde pequeño y siempre me impresiona el ambiente que se crea. Los racinguistas son muy pasionales – cuando las cosas van bien, la ciudad entera lo celebra; cuando van mal, también se nota en el ambiente general.
Aunque no seas muy de fútbol, merece la pena acercarse cuando hay partido para sentir esa energía colectiva. Los alrededores del estadio esos días se llenan de bares, aficionados, cánticos… Es una parte importante de la cultura local que no puedes entender completamente sin vivirla.
Plaza de Pombo
Pombo es una de esas plazas donde la vida cotidiana de Santander se desarrolla sin artificios. No es especialmente turística, y eso es precisamente lo que la hace interesante. Aquí ves cómo viven realmente los santanderinos.
Los cafés tienen solera y los camareros te conocen si eres del barrio. Las tiendas son familiares, de esas donde todavía te atiende el dueño y te recuerda qué compraste la última vez. Es un ambiente que se está perdiendo en muchas ciudades, pero que aquí se mantiene.
Me gusta venir a tomar café en alguna terraza y observar el ritmo diario: trabajadores que paran a desayunar, vecinos que hacen la compra, jubilados que quedan para charlar… Es como una ventana a la Santander más auténtica y menos turística.
Recomendaciones de NuzNut Santander
Además de estos lugares que están en todas las guías, Santander tiene rincones que solo conoces si vives aquí. Callejuelas del casco viejo que sobrevivieron al incendio y mantienen esa arquitectura tradicional, cafés familiares donde las recetas pasan de padres a hijos, miradores improvisados que descubres por casualidad y que tienen mejores vistas que los oficiales.
Los barrios residenciales como Cueto o Monte tienen su propia personalidad. No son especialmente turísticos, pero si caminas por ahí puedes ver cómo es la Santander cotidiana, las casas donde vivimos los locales, los parques donde van los niños del barrio, los comercios de proximidad que siguen funcionando como hace décadas.
Desde NuzNut Santander animamos a salir de las rutas marcadas de vez en cuando. Perderte por calles que no aparecen en el GPS, probar ese bar de barrio que no tiene página web pero donde sirven las mejores tapas, sentarte en bancos que no están señalizados pero que tienen vistas preciosas…
Al final, conocer Santander de verdad es caminar sin prisas, fijarse en los detalles cotidianos, hablar con la gente local y dejarte sorprender por una ciudad que siempre tiene algo nuevo que enseñarte, aunque lleves años viviéndola.